julio 03, 2014

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Eréndira Ibarra, con la revolución en la sangre.

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 Actriz, activista, hija de un periodista aguerrido y dispuesta a dar voz a quienes no la tienen. sabe que en cada protesta se juega la carrera, pero no se intimida.


Llegó al mundo dando patadas. No por nada su abuela le llamó la niña terremoto. Su nacimiento se tenía contemplado para el 19 de septiembre de 1985, pero otro sismo se le adelantó y a ella no le dio la gana aparecer. Su padre, Epigmenio Ibarra, aterrizó ese día en un vuelo proveniente de Centroamérica, él junto con otros periodistas fue de los primeros en pisar suelo defeño después del temblor. Con cámara al hombro se fue en taxi hacia el sur de la ciudad, capturando la tragedia y rumbo al nacimiento de su hija. No fue sino hasta seis días después y gracias a una taza de café, que Wanda, su mamá, dio a luz en casa una pequeña a quien, al cruzar el umbral, le tuvieron que desenredar del cuello el cordón umbilical. Ya en libertad, soltó patadas y tiró lo que estaba a su paso.

Ese momento definió para siempre el destino de Eréndira Ibarra, no solamente porque su papá documentó su nacimiento con una cámara (grabación que se encuentra en la videoteca de Argos, empresa productora de Epigmenio), sino porque la fuerza que emanó en ese instante nunca la ha abandonado.

Que no te engañe su apariencia frágil, en su espíritu convergen la rebeldía y la sed de justicia de su progenitor, y la bondad y el altrusimo de su mamá. La libertad que alcanzó al nacer es la bandera que ha defendido desde su trinchera, la actuación. Su lucha ha trascendido la pantalla, está en las calles, en las marchas, dando voz a quienes no la tienen y encarando a políticos corruptos. Es digna representante de una generación que busca la acción social; después de todo, ¿quién si no los jóvenes corregirán el rumbo del país?

Con la guerra en casa

¿Cómo se gestó en ella el espíritu de lucha? Lo aprendió en casa. Toda su infancia supo que su papá era corresponsal de guerra y se jugaba la vida en El Salvador, lugar que en ese tiempo atravesaba por una guerra civil, y de donde regresó hasta 1992. “Fue doloroso, nos veíamos muy poquito, a veces un mes al año, son decisiones que se toman, compromisos que se asumen y no tienen vuelta atrás. Había que cumplir con una tarea y yo no podía eludir ese deber”, nos cuenta Epigmenio.

Eréndira lo sabía, su mamá le explicó que la misión de éste era la de dar voz a la gente que necesitaba ser escuchada. A pesar de que fue criada en California, la realidad de los países en conflicto en los que estaba su padre siempre tiraba a patadas la tranquilidad del hogar. En alguna ocasión ella y su hermana Natasha encontraron un video en el que Epigmenio es golpeado por un montón de gente, “mi papá está gritando ‘¡soy prensa, soy prensa!’ y le están arrancando la cámara y metiendo unos madrazos”, recuerda . “Crecí sabiendo que la guerra es un monstruo grande y pisa fuerte. De repente me decían: ‘mira, eso lo grabó tu papá’ y de fondo se escuchaba la metralla y un grito de ‘¡córrele, córrele, córrele’, era su voz”.

Más allá de asustarla, eso fortaleció su caracter y le ayudó a valorar los detalles que Epigmenio tenía con ella antes de partir a una nueva misión, como una fila de post-it rodeando su cabecera y con este mensaje: “Te amo cada día de cada mes, cada mes de cada año, cada segundo de cada minuto. Te amo por siempre”.

En su habitación la resguardaban una foto del Subcomandante Marcos, otra de la entrada del “Che” Guevara, Camilo Cienfuegos y el comandante Fidel Castro a La Habana, tras el triunfo de la Revolución Sierra Maestra, y por supuesto, una pintura de su papá, en que aparecía con la cámara en las piernas.

Sin embargo, ni todo el amor y la valentía del mundo la salvaron de padecer ansiedad, depresión y crisis emocional derivada de una mononucleosis (que le desató fiebre y fatiga), todo a los 14 años.

Sus padres, quienes ya desde hacía tiempo estaban separados, actuaron de inmediato y decidieron que viniera a vivir a México. Aquí encontró la cura a sus padecimientos, se la dio la actriz Claudia Ríos, quien trabajó con ella en Capadocia y El octavo mandamiento: los melancólicos ven el dolor en el mundo y necesitan el arte para transmitir la catarsis. Por fin lo entendió, el dolor, la muerte y los conflictos que había percibido a través de la profesión de su padre le habían cobrado la factura.

No fue fácil tomar la decisión de ser actriz, sobre todo porque no quería vivir a la sombra de su progenitor, pero una vez que comenzó ya no hubo forma de parar. Fue como una bola de nieve que comenzó con un monólogo en CasAzul, escuela de actuación de Argos, y terminó, al menos hasta ahora, con ella apoyando los principales movimientos sociales que se han desatado en los últimos cuatro años. Siempre supo que si atraía las cámaras y micrófonos no sería para alcanzar la fama.

Call to action

Sus primeras patadas en el activismo fueron a través de su personaje en la teleserie Las Aparicio, en la que dio vida a una lesbiana. El impacto fue tal que a la fecha recibe tuits de chicas de países tan lejanos como Filipinas, Tailandia y Estonia para agradecerle que debido a su trabajo ellas han podido afrontar su identidad sexual. “El papel de Mariana es el parteaguas como mujer, activista, como una persona congruente”, explica.

Y es que la congruencia es muy importante para ella, desde el hecho de no consumir café que provenga de franquicias internacionales, así tenga que caminar hasta encontrar cafeterías locales, hasta evitar a toda costa comprar en Soriana, supermercado que fue acusado de entregar monederos electrónicos a cambio de votos para el PRI en las elecciones pasadas, y que al final fue exonerado por las autoridades. “Mis hermanas se burlan porque me dicen que no puedo ser totalmente congruente”, señala y con razón, ¿cómo una actriz que aparece en Televisa puede mantener un discurso de rebeldía?

“Así son los pasos importantes que alguien tiene que tomar para levantar la voz. A pesar de que yo pueda estar en el Canal 5 a las 10 de la noche, también fui parte de Occupy Televisa (movimiento social de 2011), así como si mi próxima serie sale a las 10 de la noche en el Canal 5, voy a seguir luchando por la democratización de los medios, porque las oportunidades de trabajo y crear personajes interesantes no las voy a obtener con un papel soso, no me meteré en la novela de las siete de la noche ni a ponerme en plan Angelique Boyer, eso sería incongruente”.

Hace un par de años, en la tercera temporada de Capadocia, Epigmenio decidió incluir en la línea narrativa de la serie un capítulo dedicado al caso de la Guardería ABC. En ese entonces el elenco viajó a Hermosillo, Sonora, para presentar el episodio a los padres de los 49 niños que perdieron la vida. Ahí el activista Daniel Gershenson, quien la conoce gracias a la amistad con su papá, vio de cerca la manera en que Eréndira se involucra con las causas y que no es para nada superficial.

“Hubo una simpatía instantánea y grandes muestras de cariño. Realmente gracias a eso se logró que los padres vieran con buenos ojos esa incorporación al programa”, dice el emprendedor social, quien está al frente de organizaciones como Al Consumidor, A.C., o Alarbo, A.C.

Este movimiento no es fácil para ninguno de los que apoya a los padres y los acompaña en el dolor más grande, que es el de perder un hijo. Ella trata de ser fuerte, se enfoca en organizar marchas, crear tweets que convoquen gente a las manifestaciones que se hacen para exigir justicia para las victimas. “Es una persona comprometida, marcha, camina, lo hace de una manera discreta, no para ganar adeptos, sino porque le nace, ya que su papá le ha infundido el espíritu rebelde, exigente, respetuoso pero firme ”, considera Daniel.

Él, Eréndira, Epigmenio y el resto de los activistas en general que apoyan esta causa, se mueven entre las lágrimas y el coraje que dan hashtags como #mequemocomounniñodelaguardería. “La gente no tiene escrúpulos”, dice la actriz con la voz quebrada por el enojo. La falta de empatía y lo difícil que es convocar a cientos de personas para apoyar la causa (en la pasada marcha conmemorativa, el mitin por poco no sale del Ángel de la Independencia por falta de quórum, hasta los músicos que iban a llevar la pauta del recorrido les quedaron mal), hacen que Eréndira estalle en patadas de frustración y llanto de dolor, gracias a la gastritis corrosiva que le provoca el estrés.

“En ese alud de emociones se va al carajo la objetividad, es un crimen tan atroz y que pinta tan de cuerpo al régimen corrupto y criminal que padecemos, a este país que somos, desarticulado, desmemoriado, capaz de tolerarlo todo, que muchas personas lloran, ojalá lloráramos todos frente a la injusticia”, señala Epigmenio.

Con todo y las adversidades, las imágenes de la pasada marcha dieron la vuelta al mundo en la red. La lucha sigue.

Por Lilia Reyes Ordóñez

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